Me resulta imposible pronunciar Crvena Zvezda como exigen los parabólicos más taraditos a sus comentaristas de cabecera pero si algún dÃa lo consigo será en las mismas condiciones que los protagonistas de este vÃdeo. Qué fiesta cuando el Estrella Roja ganó la Copa de Europa. Aunque haya pasado tanto tiempo que de aquel fútbol, de aquella Europa, solo quede un recuerdo distorsionado.
Aquella noche en Bari fue memorable también en lo musical. En el estadio San Nicola, en la astronave, los del Marsella y los del Estrella Roja animaron como si la grada estuviera al borde del abismo. Como si el 29 de mayo fuera el último dÃa de todos los calendarios. Como siempre. Ganaron los yugoslavos tocando tambores de guerra en la tribuna, por allà andaba Arkan, y en el verde. Prosinecki, Mihajlovic, Savicevic y Darko Pancev se arrancaba la camisa al contragolpe con el ánimo nervioso de los bigotones que soplaron la tuba aquella noche.
Bailando agarrao, como dos abuelos en Benidorm, van Savicevic y Jugovic, pero el que destaca es otro. Con la mirada ausente, el paquete de Marlboro en el bolsillo y una borrachera histórica, va un genio rubio que todavÃa no sabe de lesiones ni decepciones. Esa noche suena la música y Robert Prosinecki es el rey del mundo.
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