Ser bigardo y sacar la pelota con gracia desde la cueva activa algún mecanismo en el cerebro de los alemanes que les hace creerse invencibles. Es el mismo cruce de cables que llevó a Michael Ballack a cortar Extremadura a 211 kilómetros por hora en su berlina y el que animó a Franz Beckenbauer a sentirse crooner. A la ocurrencia la llamó ‘Gute freunde kann niemand trennen’ y resultó tan incomprensible como el tÃtulo.
1966. Nancy Sinatra se inventaba una coreografÃa lánguida en botas y los Beatles promocionaban ‘Paperback writer’ jugueteando con trozos de carne cruda y muñecos decapitados. Los tiempos estaban cambiando, pero el Kaiser iba a lo suyo. A anunciar loterÃa en la televisión estatal con el tupé repeinado y cara de no haber roto nunca un plato. A arquear la ceja con ese gesto magistral que harÃa ricos a David Summers y a Carlo Ancelotti.
Que la figura de Franz era magnética lo demuestra que el vÃdeo funciona a pesar de las evidentes contradicciones. ¿Cómo se puede cantar a la amistad pura cuando lo que hay es un coro de palmeros riéndole la gracia al jefe? Quizá porque esto es fútbol.
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